(Muy reservada)
Caracas, junio 14 de 1812.
Mi general: Desde que tomé conocimiento en la se¬cretaría de Estado de los negocios políticos de Vene-zuela, formé la idea de que la independencia y liber¬tad no podían verificarse sin el auxilio eficaz de las potencias de Europa ó de alguna de ellas. La situación en que se hallan nuestras tropas, nuestra agricultura, nuestro comercio, nuestras rentas, el espíritu de parti¬do de nuestros compatriotas, y la escasez de hombres capaces de llevar al cabo esta empresa, me han conven¬cido de aquella verdad prácticamente. Es imposible, pues, mantener las fuerzas militares necesarias, con tan poca población y con sólo las rentas que produce actualmente la provincia: es consiguientemente indis¬pensable ocurrir á otros arbitrios, ¿y cuáles pueden ser estos?
En una de mis cartas anteriores dije á Vd. Que pro¬curase instruirse de la correspondencia reservada que como secretario de Estado llevé con Orea, nuestro agen¬te en los Estados Unidos. Allí vería Vd. Que previendo yo el apuro en que debíamos ponernos, intenté entablar una comunicación con las potencias de Europa, y en especial con la Francia y con la Rusia, reducida á que reconociendo nuestra independencia, nos franquease la primera dos o tres millares de pesos fuertes y armas, pagadero todo con los derechos que devengase un co¬mercio que haríamos, ó permitiríamos á los franceses en nuestros puertos, proporcionándoles ventajas sobre el comercio de otras naciones, por el tiempo que du-rase la paga de nuestra deuda; siendo condición que debería hacerse este comercio en buques mercantes de cierto número de toneladas para evitar que entrasen de guerra que pudiesen causar temor en nuestros puer¬tos. Esta proposición se hizo en efecto por Orea á un agente francés, y á mi salida de la secretaría estaba la negociación entablada y admitida agradablemente; pe¬ro después supe que nuestro gobierno ó alguno de los del gobierno que había entonces, miraba el asunto con mucha repugnancia.
En cuanto á la Rusia, se le ofrecía la isla de Orchila para sus factorías, y aunque nada supe de esta negocia¬ción, cierto es que anhelando esta potencia un comercio en la América, abrazaría muy gustosa la proposición, y nosotros por este medio empujaríamos y llevaríamos á un grado el más ventajoso nuestra agricultura, y aquellas potencias por su propio interés, protegerían nuestra independencia, porque sin ella estarían, como han estado hasta ahora, privadas de nuestra comu¬nicación.
Mi general: cuando el hombre emprende, es nece¬sario que emprenda de una vez: querer cosas extra-ordinarias por medios ordinarios es un desatino; es indispensable emplear los extraordinarios. ¿Qué difi-cultad puede haber en que Caracas proclamando su in¬dependencia, solicite la amistad, auxilio y comercio de la Francia y de todas las naciones que puedan prote¬gerla? ¿Sería posible que por no negociar con el turco, verbigracia, nos dejásemos volver á la cadena y sellá¬semos eternamente nuestra deshonra?
El caso es cierto: nosotros no podemos sostenernos sin agricultura, población, comercio, armas y dinero. La mayor parte de nuestro territorio esta ocupado por nuestros enemigos y los internos nos hacen una guerra a más cruda y peligrosa: estos enemigos internos son la ignorancia, la envidia y la soberbia; y estos malvados empeñados en hacer ineficaces las providencias de Vd. Todo lo desordenan y confunden. Si Vd. Quiere tener la gloria de hacer independiente su patria y que ésta goce de su libertad, es preciso que no se fíe en los me¬dios que aquí se le proporcionen: búsquelos Vd. De fuera.
Que nuestra situación sea muy apurada debe Vd. Co¬nocerlo con respecto á nuestras rentas, á nuestras tro¬pas, á nuestras armas, á nuestra agricultura y á nues¬tro comercio. Pida Vd. Un estado al ciudadano León y se convencerá más de esta verdad; y en estas circuns¬tancias yo no descubro otro arbitrio que ocurrir á las potencias extranjeras pues esto además de traernos la utilidad de su socorro, nos trae también la ventaja de poner en respeto á nuestros enemigos.
Siempre me pareció mejor solicitar este auxilio y protección de la Francia y de la Rusia, atendidos los intereses de estas dos potencias. Bonaparte empeñado en destruir ó humillar la Inglaterra, verá nuestra so¬licitud como un medio de privarla del comercio de la América, interesarse en que sostengamos nuestra independencia y gozando de una preferencia en el comercio y aunque se puede decir que la Inglaterra con su ma¬rina impedirá el comercio francés, lo cierto es que te¬niendo la Francia un recibo seguro en nuestros puertos y un auxilio en las carnes de esta provincia, podrá em¬prender la retoma de alguna de sus colonias, ó talvez la de Curacao; y en una palabra en ese caso las cosas irán de otra manera de la que tienen ahora. Además de que nosotros nada perdemos en pedir y si la Fran¬cia halla una conveniencia en dar ella tomará sus pro¬videncias para la seguridad de su comercio.
Conozco que estas cosas son más para tratadas á la voz que por escrito. Esto me ha hecho resolver que Delpech, mientras se habilita en Zeloso, pase á hablar con Vd. Sobre este importantísimo asunto, de que tiem¬po ha que está impuesto, pues desde que estaba en la secretaría pensé valerme de él para que pasase en per¬sona á tratar con la Francia y con la Rusia, por ser estas las potencias que juzgo nos convienen más que ninguna otra. Y siendo el proyecto de una extensión considerable, cuyos puntos no pueden tocarse sin con¬fusión en una carta para conocer su importancia y su necesidad, y cuya ejecución no puede verificarse sin personas intermedias, me ha parecido que vaya el mis¬mo Delpech, á tratar con Vd. En inteligencia de que si mi pensamiento es errado ó se yerra, tendré á lo menos la satisfacción de haberle propuesto en cumplimiento de la obligación que tiene el hombre de proponer cuan¬to concibe útil á su patria.
Nuestro buen amigo León, á quien he comunicado mi proyecto, no quiere aventurar su dictamen, talvez porque Vd. No se lo ha pedido; pero confiesa la nece¬sidad de tomar un arbitrio capaz de remediar nuestra escasez y de llevar al cabo la empresa, pues la quiebra de nuestras rentas parece indefectible a pesar de que este hombre, como ya tengo escrito á Vd. Es el más pro¬porcionado para este negociado y trabaja con el ma¬yor empeño.
Advierto á Vd. Que este mismo proyecto no dejó de traslucirse antes cuando yo salí de la secretaría; pero ahora nadie sabe que se renueva. Creo que convendría mucho el secreto, y que de ejecutarse, fuese prontamen¬te. Nuestro amigo Roscio está instruido de lo mismo y también Muñoz y Tébar.
Yendo Delpech, nada se pierde, pues el buque tar¬dará en habilitarse cuatro ó cinco días. Es suyo siempre:
Miguel José Sanz.
P. D. — Creo que también dije á Orea que si era po¬sible negociase aún con la misma España, proporcio¬nando pactos y convenciones compatibles con nuestra independencia, en el concepto de que reconociendo esta, no había enemistad.