Es bien extraño el lenguaje que Vd. usa para poner algunos reparos sobre la venida del isleño Riveros; y bien interpretado, parece quiere Vd. dar á entender que he mandado lo que no he podido; y aun cuando yo le concediese que sus funciones eran iguales á las mías debía de jefe á jefe tratar en términos más decorosos.
Si el generalísimo hubiese creído á Vd. más celoso, en la observancia de sus órdenes, que á mi, se las hubiera mandado directamente; esto es en la suposición de que yo hubiese tolerado semejante desaire; pero este jefe instruido en sus deberes conocería que era una perfecta oligarquía militar, elegir para comandantes generales, y con iguales facultades, á todos los jefes particulares del Estado de Caracas.
Debe Vd. suponer que cuando le digo una cosa, es con el convencimiento de que puedo hacerlo, y me abatiría demasiado, si fuese á satisfacerle por las órdenes é instrucciones que me autorizan al caso; y si Vd. conoce mi carácter y principios, debe bien suponer que no hubiera admitido del generalísimo, ni de otra autoridad, un mando en que me expusiese á que Vd. me faltase, y si cree así mismo, que porque me hallo próximo á dejarlo, he de pasar esos defectos, está Vd. muy equivocado.
Me espanta bien la delicadeza de Vd. en un punto tan nimio para con un jefe que ha merecido la confianza general en las agonías de nuestro sistema, y á quien Vd. mismo, y sus antecesores han obedecido ciegamente, y entonces han cumplido con lo que es debido.
Dios guarde á Vd.
F. Carabaño.
Caracas, 11 de junio de 1812,
2° de la República.